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viernes, 7 de septiembre de 2012

Aprender a leer y a escribir en un mundo


La alfabetización, un camino hacia la libertad

Natalia Concina
Aprender a leer y a escribir en un mundo en el que ya se habla de analfabetismo digital -para referir a quienes no manejan una computadora- es una experiencia que “cambia esencialmente la vida” aseguraron protagonistas de este proceso de aprendizaje al conmemorarse mañana el Día Internacional de la Alfabetización.
“Es muy feo depender de alguien, siempre, para que te lea un cartel, una dirección que tenés anotada. Es como si no tuvieras libertad de hacer lo que querés”, contó a Télam Marta Sotelo, una mujer de 41 años que está aprendiendo a leer y escribir.
Marta es parte de la cooperativa “Cabecitas Negras” que funciona en el barrio Iapi de la localidad bonaerense de Bernal y fue a partir de este espacio que la convocaron a alfabetizarse.
La mujer, madre de cuatro hijos dos de los cuales ya están casados, describió que “es muy feo cuando te dicen, por ejemplo, ‘anotá’ y vos tenés que decir que no sabés. Siempre te las arreglás, pero pasás mucha vergüenza”.
En estos primeros meses, Marta aprendió ya a escribir su nombre y algunas palabras. También es capaz de leer oraciones simples aunque, más allá de utilizar la lecto-escritura para las cosas cotidianas, su sueño es poder leer la Biblia.
“Todos mis hijos saben leer y escribir y están orgullosos de que yo esté aprendiendo. Tengo una alegría y una emoción tan grande que no sé como explicártela”, aseguró con la voz entrecortada.
Joel Vera es uno de los alfabetizadores de Marta y parte del Frente de Educación del Movimiento Evita que, además de trabajar en el Iapi, realizan la misma tarea en la localidad bonaerense Quilmes Oeste, en la cooperativa “Pocho Lepratti”.
“Nosotros trabajamos en grupos de no más de seis personas porque esto es mucho más que enseñar a leer, es ayudar a estas personas a descubrir un universo nuevo”, aseguró Joel.
El alfabetizador contó que el trabajo comienza con la recorrida del barrio, preguntando casa por casa si “conocen a alguien que no sepa leer y escribir, porque si uno pregunta ´¿vos sabés leer?´ a muchas personas le da vergüenza decir que no”.
De estas caminatas barriales, Joel recordó el caso de Don Pedro: “Fue el único que nos dijo: ‘yo no sé leer y escribir y tengo 70 años, ¿les parece que vaya?’. A los pocos días lo teníamos en el grupo. Llegaba siempre veinte minutos antes del horario. Esas son las cosas que a uno le hacen sentir que vale la pena el esfuerzo”.
Una vez en el aula, improvisada en un obrador o en un comedor barrial, los primeros encuentros se destinan a conocer cómo son sus vidas, por qué no pudieron ir a la escuela y cuáles son las expectativas que los movilizaron para estar allí.
“Lo que hacemos es ir hasta el conocimiento que ellos tienen. Les decimos que escriban una palabra como les suena y si, por ejemplo, ponen “abua” en lugar de “agua” no les decimos que está mal, sino que luego comparamos y vamos sacando conclusiones, haciendo que el conocimiento se construya entre todos”, describió.
En Santiago del Estero, en el departamento de La Choya, Analía Rodríguez, una mujer de 50 años que tuvo un accidente cerebrovascular a los 32 y que era analfabeta, decidió hace unos años aprender a leer y a escribir.
“Quería saber más de todo y por eso fui. Podía hacer mis tareas cotidianas, trabajar, pero sentía que me faltaba conocer cosas y que sólo si aprendía a leer iba a poder”, contó Analía a Télam.
Después de alfabetizarse, la mujer siguió la primaria y, a pesar de que la materia que más le gustaba era matemática, hoy dedica su tiempo libre a escribir cuentos.
“Siempre me emocionó la fuerza de Analía –afirmó Carina Almaraz, una de sus primeras alfabetizadoras– cuando ella vino ya había tenido el ACV y aprendió a escribir con la mano izquierda. Pero además sus cuadernos estaban llenos de colores, los decoraba con recortes, los pintaba, se notaban sus ganas”.
Por este motivo, la educadora aseguró que “no me sorprendió cuando nos dijo que se quería seguir formando, se ha convertido en un ejemplo para todos”.
Carina alfabetiza junto a otros integrantes de la Corriente Nacional Martín Fierro en diferentes espacios que van desde casas particulares hasta el salón de usos múltiples de Frías, un pueblo del partido de Choya.
“Aquí la gente llega desde los parajes en bicicleta, a caballo o a pie, pero recorren a veces más de 5 kilómetros porque todos estamos muy alejados”, contó.
Las personas no sólo se acercan a aprender a leer y a escribir, sino que encuentran en estos espacios "contención, amigos, y lugares para compartir con otros vecinos que a veces por las distancias tampoco ven seguido”, detalló la alfabetizadora.
Según los datos del Censo 2010, el analfabetismo en el país se redujo en la última década de un 2,6 a un 1,9%.
Para erradicar el analfabetismo, el Ministerio de Educación de la Nación lleva adelante el Programa Nacional de Alfabetización “Encuentro”, dirigido a los mayores de 15 años, incluyendo a la población de los servicios penitenciarios, y el Plan FinEs, destinado a que los mayores de 18 años puedan terminar la primaria y la secundaria.

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