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domingo, 22 de septiembre de 2013

¿Dónde está la verdadera felicidad?

¿Dónde está la verdadera  felicidad?

1.- Ser astutos y no dejarnos engañar en la vivencia de la fe. ¿Por qué propuso Jesús la parábola del “administrador injusto”? El mensaje parece contradecirse con el Evangelio de Jesús.
San Agustín, al reflexionar sobre ella, dice que en la parábola no le agradó aquel siervo fraudulento; defraudó a su amo y sustrajo cosas, no ciertamente las suyas. Además le hurtó a escondidas, le causó daños con el fin de prepararse un lugar de descanso y tranquilidad para cuando tuviera que abandonar la administración.
Pero está claro, comenta el obispo de Hipona, que Jesús no contó esta parábola porque aquel siervo hubiera cometido un fraude, sino porque fue previsor para el futuro.
Si él se preocupó por la vida que tiene un fin, ¿por qué tú no te preocupas por la vida eterna? Es decir, no se alaba en la parábola la iniquidad, ni la injusticia, sino la astucia, la previsión de este hombre que tenía claro el medio para conseguir el fin que pretendía.
La conclusión de la parábola lo explica todo: “Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. ¿Cuáles son los medios que debemos emplear los seguidores de Jesús para “vivir” lo que Él nos enseña?
No debemos dejarnos atrapar por las redes que este mundo nos tiende, hemos de estar despiertos para no dejarnos amoldar por propuestas antievangélicas. La oración, los sacramentos, la vivencia consecuente de nuestra fe son los medios para adquirir la vida eterna.
2.- La adquisición del dinero injusto. La primera lectura presenta a Amós como un profeta valiente y fiel, que denuncia los pecados sociales del pueblo, de aquellos que se enriquecen a costa de los pobres. Además critica el culto hipócrita. Esto le causa la persecución por parte del rey Jeroboán y del sacerdote Amasías.
Está claro que necesitamos de los bienes económicos para vivir. Nunca la miseria fue buena, ni querida por Dios. Pero hay riquezas injustas, adquiridas a costa de la explotación de los más débiles.
¿Qué diríamos hoy día de la corrupción, de robar el dinero que está destinado a fines sociales, de la especulación, del dinero negro y de aquellos que han convertido un bien de primera necesidad -como es la vivienda- en objeto de negocio? Contemplamos cómo muchas familias están sufriendo las consecuencias y la crisis les ha llevado a vivir en la miseria.
3.- Hay un segundo peligro de las riquezas: pueden esclavizar. Ocurre cuando la “mammona”, nombre hebreo de las riquezas, es un falso dios, objeto de adoración. Mientras millones de personas pasan hambre, nuestra sociedad derrocha a raudales lo que otros necesitan para vivir. Como cristianos estamos llamados a compartir lo que hemos recibido y debemos tener cuidado, pues “no podemos servir a Dios y al dinero”.
4.- Hay riquezas carísimas y riquezas baratas. Es triste que, mientras la gente se pasa la vida llorando por no poder alcanzar los bienes caros, se dejen de cultivar los que tenemos al alcance de la mano. La más grande y “barata” de las riquezas es la amistad. Un buen amigo vale más que una mina de oro. Sentirse comprendido y acompañado es mayor capital que dar la vuelta al mundo. Alguien que nos ayude a sonreír cuando estamos tristes es más sólido que mil acciones en bolsa. ¡Y qué barato sale tener un buen amigo!; cuesta menos que un vaso de vino, menos que una barra de pan. Lo pueden tener los pobres y los ricos y casi les es más fácil a los primeros.
5.- Hace falta mucho dinero para hacer un safari por África, pero no hace falta una sola moneda para acariciar la cabeza de un perro y ver cómo levanta hacia nosotros sus ojos agradecidos. No hace falta dinero para comprar la felicidad que proporciona la paz interior o palpar la presencia de Dios en un momento de oración meditativa.
El amor verdadero no se compra ni se vende, como tampoco se compra la felicidad que proporciona el hacer una obra buena en favor de un necesitado, acompañar a un enfermo o escuchar a una persona atormentada. Nos han engañado, nos han estafado acostumbrándonos a creer que es el dinero y el lujo la verdadera moneda de la felicidad. Hay multimillonarios que gastan la vida en llorar por creerse pobres, que se encuentran solos sin nadie que les quiera. ¿Dónde está la verdadera felicidad, en Dios o en el dinero?

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