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martes, 9 de junio de 2015

Ramos Sucre, obra inmortal

Hoy se cumplen 125 años del nacimiento del poeta cumanés.

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El escritor cumanés se convirtió en uno de los autores clásicos de la literatura venezolana
DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL  martes 9 de junio de 2015  07:49 AM
José Balza llegó a escribir que José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) es el genio absoluto de la literatura venezolana. Armando Rojas Guardia afirmó que el cumanés es el poeta más importante de la primera mitad del siglo XX nacional. Francisco Pérez Perdomo dijo que es uno de los autores más renovadores que haya producido la poesía latinoamericana. Joaquín Marta Sosa aseguró que fue el verdadero fundador de la vanguardia en el país. La figura del oriental no deja de ser reconocida todavía hoy, a 125 años de su nacimiento (nació un 9 de junio).

La vida y obra de Ramos Sucre ha provocado una miríada de libros, ensayos y/o perfiles. De especialistas y aficionados. Una suerte de homenaje póstumo a un autor que no fue reconocido antes de su muerte. Porque, salvo contados escritores como Fernando Paz Castillo o Carlos Augusto León, la mayoría de sus contemporáneos no supo comprender su trabajo. Tanto, que en una de las cartas que le envió a su hermano Lorenzo, el propio Ramos Sucre habló de la superficialidad con que se le juzgaba a sus libros: "Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de tantos dolores", llegó a asegurar.

La existencia de Ramos Sucre estuvo llena de tormentos. Su depresión, su insomnio, su nerviosismo, su miedo al padre, a la tiranía de su tío, el encierro al que fue sometido de niño. Episodios que lo acompañarían hasta llevarlo al suicidio. "Yo poseo el hábito del sufrimiento, pero estoy cansado de la vida interior del asceta, del enfermo, del anormal", le escribió a Luis Yépez en 1930. "Tú sabes que la escasa resistencia que le ofrezco a las enfermedades no viene sino de un sistema nervioso destruido por infinitos desagrados, discusiones, maldiciones, desesperaciones y estrangulaciones que me afligieron (...). El miedo me ha detenido en el umbral del suicidio", le había dicho a su hermano Lorenzo en 1929.

José Antonio Ramos Sucre reflejó sus pesares en la poesía. Las alusiones o referencias a la muerte en su obra son claras. Miguel Marcotrigiano Luna, en su libro titulado Poesía y suicidio en Venezuela (Celarg, 2012), muestra que en la ópera prima del cumanés ya un hablante anhela la oscuridad y la ausencia de movimiento y de vida, que signos hermanados como soledad, locura, melancolía, pena, dolor, crimen o nostalgia ya están en las páginas del autor, que en el poema El discurso del contemplativo ya se asoma la idea, desde la juventud, de una inexorabale muerte anticipada. "Quizás responda esto al cuadro depresivo o a un asunto que se tizna de obsesión", escribió Marcotrigiano Luna.

La poesía de Ramos Sucre tiene ciertas particularidades que hacen difícil su comprensión. Su escritura en prosa que hace parecer cada poema un relato, la búsqueda de lo absoluto, la supresión del "que", el recurso del "yo" como monólogo dramático, el uso de expresiones tipo "un clerizonte bigardo". Como si quisiera que lo leyeran con un diccionario al lado. "La experiencia de leer a Ramos Sucre puede ser análoga a la de entrar en un laberinto. El caminante inadvertido puede abandonar atormentado o aburrido la senda, pero el retado por la fuerza de su imán, puede autorizarse la aventura del que desciende al infierno o sube al cielo, dependiendo de lo que se considera un viaje más profundo", escribió Rafael Arráiz Lucca en el libro Veinte poetas venezolanos del siglo XX (Contraloría General, 1998).

Hijo de un escritor y una docente en escuelas estatales, José Antonio vivió su infancia entre Cumaná y Carúpano ("si hubiese nacido en París sería reconocido como uno de los grandes poetas universales", dijo Joaquín Marta Sosa). Era pariente del héroe de la Independencia Antonio José de Sucre. Tuvo facilidad para aprender idiomas (dominaba latín, griego, francés, inglés, alemán e italiano, además de aprender sueco, portugués y holandés), fue docente, traductor, diplomático. Se graduó en Derecho, hizo un doctorado en Ciencias Políticas, publicó cuatro poemarios hasta que decidió matarse en Ginebra a los 40 años. 

Unos meses antes, el 27 de diciembre de 1929, Ramos Sucre viajó a Hamburgo para internarse en el Instituto Tropical. Allá creyeron que sus problemas se debían a algo intestinal. "Yo mismo no sé qué tengo. Sospecho que todo este horror provenga de una enfermedad parasitaria y así mismo piensan dos especialistas consultados (...). Los trastornos nerviosos no han desaparecido aún y se manifiestan de modo contradictorio (...). Solamente el miedo al suicidio me permite sufrir con tanta paciencia", le escribió a su prima Dolores Madriz el 5 de febrero de 1930. El 18 de marzo realizó un primer intento fallido al ingerir algo de Veronal. Unos meses después, tomó una dosis fatal de barbitúricos que acabaría con su vida el 13 de junio de 1930. Su obra, lo auguraba, resultó inmortal.

dfermin@eluniversal.com

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