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domingo, 19 de mayo de 2013

La buena educación


La buena educación

Acabo de leer un ensayo sobre la relación entre Maestros y Discípulos. Termina así: "El Magisterio es falible (...) pero la maravilla imperfecta de la educación nos dirige a la 'dignitas' que hay en el ser humano, a su regreso a su mejor yo". Me gustan este tipo de reflexiones, como aún más las novelas, poemas, películas y hasta canciones que nos hablan de la educación. Seguro que les están viniendo a la mente ejemplos, recuerdos de personajes legendarios, caracteres antológicos, colegios míticos y también sensaciones de horror, de complicidad, de rechazo, de simpatía... que todas esas creaciones centradas en temas educativos nos han suscitado.
De siempre, el tema de la educación se ha colado entre las líneas de las creaciones, no solo literarias, a veces de modo sutil, otras más explícito. Por poner un ejemplo reciente, circula por la red un vídeo con un suave rap que se titula 'Porqué odio la escuela y amo la educación'.
Personalmente, las ficciones que más me gustan son las que abordan la educación como la transmisión de una experiencia del conocimiento donde interviene un vínculo afectivo y cierto respeto mutuo entre los implicados, que sustenta y sobre el que se construye el complicado edificio del saber. Me gustan, por ejemplo, las narraciones en las que el educador transmite sus conocimientos éticos, antes que eruditos, toda su concepción de la vida, antes que su resumen instrumental de los datos que constituyen su materia.
Me emocionan las ficciones en las que el enseñar y el aprender se transforman en un viaje interior, en una metamorfosis que cambia de forma irreversible a los sujetos implicados. Me gusta cuando la literatura, o el cine, nos narran que el saber modela y altera la planicie natural del yo, la desnivela, la cubre de relieves y también de depresiones, hace de ella un territorio complejo y vasto, distinto en cada sujeto. Será porque creo, como he podido experimentar, que no se aprende nada si no se percibe e interioriza una materia, entendiendo que ese nuevo conocimiento va a constituir un nuevo fragmento, imprescindible y definitivo, de uno mismo, y que no se enseña nada creyendo que el instrumento fundamental es poseer un mayor acopio de información. Creo que no hay techos ni topes máximos o mínimos que puedan limitar exactamente qué y cuánto hay que enseñar. Ni debería haberlos. Hay si acaso método y sobre todo hay, o debería haber, cierta pasión: una atracción fatal y permanente hacia aquello que se estudia y a su vez se intenta enseñar; una especie de 'Mal de Montano', por citar a Vila Matas, que debería afectar como una epidemia a todos, educadores y educandos.
Me causa náuseas el sempiterno debate sobre el sistema educativo, y las no menos sempiternas reformas: invocando de manera vacía y estúpida no se sabe qué logros y excelencia, barajando formatos y porcentajes, centradas en programas cada vez más reductivos e inconexos, preocupadas por el reparto preciso entre las horas teóricas o prácticas, los objetivos didácticos transversales y cosas por el estilo, como si esos fueran de verdad los problemas de la educación. ¿Dónde viven los responsables de estas propuestas? ¿En este mundo? ¿En nuestro país, que se pega de tortas por el uso prioritario de una u otra lengua (no en defensa de sus distintos y ricos contenidos culturales, sino como arma de manipulación política)? ¿En este país que clamando la excelencia educativa fomenta, impasible, con unos niveles de tolerancia escandalosos, el pensamiento único, la planicie académica e intelectual y de paso el acceso al ritual del botellón?
Ninguna ley va a resolver el problema educativo si parte de la extirpación total del elemento ético que debe sostener la educación. No se enseña solo para cubrir un número de conocimientos, para hacerlo sin que nadie pueda moverse del guión, sino para que quien aprende sea, al final, distinto y mejor, más crítico, más analítico, y por lo tanto más libre. Pero ¿alguien cree que en nuestro país, su actual clase dominante quiere tener que vérselas con sujetos así? Yo no. Para muestra, la reforma de la educación básica recién aprobada... y no sé lo que hará Wert con la Universidad. Aunque al final, lo que de verdad se reformará, será la edad de jubilación y el precio de las tasas académicas.

como docente  pienso que Un análisis magnífico: digno de estar en la portada y en la edición impresa. Si me permite dos comentarios: Don Fernando Savater (creo que la frase aparecía en "El valor de educar") decía que para aprender lo único imprescindible en el alumno es que tenga conciencia de su propia ignorancia. Bertrand Tavernier dirigió (y escribió en compañía de otros) "Ça commence aujourd'hui", 1999. Aparte de la interpretación de Philippe Torreton (una de las más emocionantes que he visto en mi vida), la película es una reflexión de la función de la escuela en la sociedad.Aquí hay dos problemas (hablo desde mi experiencia como profesor) muy bien apuntados y que son genuinamente hispanos: el uso osceno político de las otras lenguas (el nacionalismo ya saben) y eso de la planicie mental que lleva al botellón...como bien se apunta en el artículo. Bien, un tercero que no sé si es ya tan hispano. Las nuevas tecnologías están haciendo creer al alumnado que el uso del ratón es el conocimiento. Ahí está la wikipedia, para qué más. Bien, yo me desgañito y les digo que solo es un instrumento, luego hay que poseer esa información, luego depurarla en el propio cerebro. Luego...y esto es lo difícil elaborar un pensamiento crítico...Utopías

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